viernes, mayo 27, 2005
Vamos Waldooooo!!! Vamos Los Natas!!! Ya salio Munchen Sessions con su arte de tapa tan original... a veces me pregunto que pasa por la mente stoner al momento de crear un artwork para un disco... Yo no se que tiene es fanatismo porque muchas graficas o tapas no estan buenas pero hay algo atras que nos llama... Humo de marihuana!!!
Foto by Funkangular
jueves, mayo 26, 2005
la muñeca traba o pijuda a secas... se supone que llegó de Brasil en barco porque allá en ese país extenso y alegre se ven mezclas raras como ella... negra de ojos azules y pijuda... la muñeca traba no es una mutación genetica, ni un experimento científico de un científico loco... la muñeca pijuda es un ser humano y le gusta Judas Piest... Además viene con un sencillo interruptor en su espalda con tres posiciones: vibra, trepano y ultraviolento...
Foto by Funkangular
IV Viajero de la sal
En la cima de un médano, bajo la luz de la luna divisaron una figura esbelta y marmolada: el viajero de la sal los observaba acercarse con ojos profundos sumidos en la oscuridad. Ariel caminó con el cansancio subiéndole por la espalda como una gota de sudor que en vez de caer por la gravedad, sube lentamente... como si cada paso le pesase el encuentro con la muerte. El chico ojos de espejo tardó en llegar a la cima, preso del cansancio y la fatiga de la caminata que atemporalmente latía a un ritmo inusitado pero en horas sobrepasaba ampliamente las tres vueltas al cuadrante. Frente al viajero de la sal Ariel se sintió infinitamente pequeño, la muerte se le presentaba como un ser delgado y altísimo... tan alto que sus ojos se sumían en la oscuridad de la noche y se confundían con las estrelllas. Ambos recibieron la energía de la muerte, cada cual sumido en su propio universo, un mismo tiempo, un mismo lugar... diferentes temporalidades... El viajero de la sal los observó y les habló sin pronunciar palabra, cada uno recibió el mensaje que necesitaba. Luego de largo rato en frecuencia con tal espectral encuentro, el viajero de la sal comenzó a avanzar rumbo al oeste y se perdió entre las sombras de un médano, luego nunca resurgió solo se fundió con la oscuridad en busca de su camino: la eterna noche del fin. Ariel y el chico ojos de espejo emprendieron la retirada hacia la playa, allí donde esperaba el chevy negro del señor de la oscuridad... o al menos eso era lo que esperaban. Conversaron todo el trayecto de vuelta y el camino inexistente se les hacía imposible por las distancias. Tanto caminar para no llegar a ninguna parte que no fuera el desierto, amaneció y lentamente el sol se fue levantando por el horizonte y hacia allí enfilaron seguros de toparse con el acantilado que confluía en vuelo mágico hacia el mar. Llegaron hasta el borde más peligroso del desfiladero y se encontraron con los ojos llenos de un azul profundo interminable, la curvatura del horizonte les calaba los ojos como un angular y más allá de sus vidas todo parecía tan vasto. Ariel pensó en cruzar a nado el mar... llegaría hasta la costa de africana? O cansado se fundiría con el océano profundo y hacia el vientre mismo de la madre agua se hundiría para dar fin a su vida? Muerte y vida al fin y al cabo representan el mismo estado en diferentes ópticas. Mirando el mar los encontró el señor de la noche cuando ya caía el sol, todo el resto del día lo habían pasado frente al mar meditando y reflexionando sobre sus existencias. Luego de advertir la presencia salvadora del señor de la noche caminaron hacia el chevy negro y rumbearon hacia una villa marítima donde encontrar refugio, calor y comida...
miércoles, mayo 25, 2005
III El chico ojos de espejo
Ariel buscó al señor de la noche sin encontrarlo, sentía que estaba cerca pero no podía verlo. Sentía que lo espiaba desde las profundidades de la oscuridad, allí donde los árboles se confundían con las sombras negras. El viento agitó las copas de los árboles y pronto se encontró rodeado por el frío. Entonces regresó al desierto.
Luego de tres días en el desierto regresó incansable y sobre una piedra encontró al chico ojos de espejo, quien mirándolo le devolvió su propio reflejo. El chico ojos de espejo podía ver con claridad al mundo y todo aquello que mirase pero paradójicamente no podía verse a sí mismo ya que cada vez que lo intentaba frente a un espejo lo único que veía era una metaimagen infinita de sus propios ojos: reflejos de espejos. Ambos conversaron largas horas, Ariel estaba buscando aún al señor de la noche y el chico ojos de espejo le contó una historia a cerca del oscuro y misterioso personaje. El chico ojos de espejo estaba cansado, en el tono de su voz se podía percibir el cansancio interior que experimentaba ante la imposibilidad de verse a sí mismo. Ariel solo pudo contarle su verdad, que no era otra cosa que lo que perseguía y buscaba incansablemente. El chico ojos de espejo se hundió en la profundidad del reflejo de sus ojos y luego de un largo rato rió secamente, las preguntas se hacían por decenas y sin el más mínimo sentido, a esa altura de la conversación pese a que estaban en la oscuridad, el chico ojos de espejo emanaba rayos rojos de sus ojos... y todo lo que existía cobraba la fuerza del fuego. Ariel se perdió en un abismal recuerdo de la sensación del vientre de la chica del fuego, luego tuvo que enfrentarse a la realidad del frío de la noche. Las horas pasaron en silencio envueltas en una nube de humo espeso, el señor de la noche andaba cerca pero no se dejaba ver, la noche se estrellaba contra el cielo oscuro, la luna ínfimamente balanceada hacia un lado orientada al desierto.
El chico ojos de espejo le devolvió un reflejo denso y oscuro donde en un fondo muy lejano se veía una pequeña llama encendida, como un souvenir del desierto. Desde la calle llegaron los ruidos de pasos que alertaron al chico ojos de espejo, Ariel tenía la vista clavada en un reflejo en el agua, una cascada que no tenía origen: el agua brotaba de las piedras. Por la calle avanzaron cinco cuerpos liderados por la mente enajenada del hijo de la Hydra, pero nunca se enteraron de la presencia desde la oscuridad. Quien si los vio y se acercó finalmente fue el señor de la noche y lentamente los ojos del chico ojos de espejo fueron cobrando un brillo singular. Ariel lo miró fijamente sin decir nada, luego el señor de la noche observando con detenimiento todo exclamó:
- Conozco un lugar donde nos espera alguien que desea conocerlos...
Caminaron hacia la calle en dirección a un Chevy púrpura, luego partieron internándose
en las calles y la noche. Desde un cordón de vereda los observaron pasar el hijo de la Hydra y sus secuaces mientras hacían la señal de las manos. Rápidamente el Chevy se fue alejando de la ciudad del desierto e internándose en una ruta que serpenteaba hacia el este. El viaje fue largo, el camino fue mutando hasta transformarse en una huella de ripio sepultada bajo la arena. Una vez allí el auto se detuvo ante un cuadro increíble, de una fuerza oculta que se manifestaba en los médanos bañados por la luz de la luna. Se internaron en los médanos a pié, allí donde las serpientes dejan sus rastros y luego de subir un gran médano el señor de la noche los abandonó diciendo:
- Caminen en dirección al oeste, en alguna de las cimas de los médanos se encontrarán con el viajero de la sal, él les contará el resto... – y luego de decir esto pegó media vuelta y se perdió médano abajo.
Ariel y el chico ojos de espejo caminaron entonces siguiendo las indicaciones recibidas sin pronunciar palabra.
Luego de tres días en el desierto regresó incansable y sobre una piedra encontró al chico ojos de espejo, quien mirándolo le devolvió su propio reflejo. El chico ojos de espejo podía ver con claridad al mundo y todo aquello que mirase pero paradójicamente no podía verse a sí mismo ya que cada vez que lo intentaba frente a un espejo lo único que veía era una metaimagen infinita de sus propios ojos: reflejos de espejos. Ambos conversaron largas horas, Ariel estaba buscando aún al señor de la noche y el chico ojos de espejo le contó una historia a cerca del oscuro y misterioso personaje. El chico ojos de espejo estaba cansado, en el tono de su voz se podía percibir el cansancio interior que experimentaba ante la imposibilidad de verse a sí mismo. Ariel solo pudo contarle su verdad, que no era otra cosa que lo que perseguía y buscaba incansablemente. El chico ojos de espejo se hundió en la profundidad del reflejo de sus ojos y luego de un largo rato rió secamente, las preguntas se hacían por decenas y sin el más mínimo sentido, a esa altura de la conversación pese a que estaban en la oscuridad, el chico ojos de espejo emanaba rayos rojos de sus ojos... y todo lo que existía cobraba la fuerza del fuego. Ariel se perdió en un abismal recuerdo de la sensación del vientre de la chica del fuego, luego tuvo que enfrentarse a la realidad del frío de la noche. Las horas pasaron en silencio envueltas en una nube de humo espeso, el señor de la noche andaba cerca pero no se dejaba ver, la noche se estrellaba contra el cielo oscuro, la luna ínfimamente balanceada hacia un lado orientada al desierto.
El chico ojos de espejo le devolvió un reflejo denso y oscuro donde en un fondo muy lejano se veía una pequeña llama encendida, como un souvenir del desierto. Desde la calle llegaron los ruidos de pasos que alertaron al chico ojos de espejo, Ariel tenía la vista clavada en un reflejo en el agua, una cascada que no tenía origen: el agua brotaba de las piedras. Por la calle avanzaron cinco cuerpos liderados por la mente enajenada del hijo de la Hydra, pero nunca se enteraron de la presencia desde la oscuridad. Quien si los vio y se acercó finalmente fue el señor de la noche y lentamente los ojos del chico ojos de espejo fueron cobrando un brillo singular. Ariel lo miró fijamente sin decir nada, luego el señor de la noche observando con detenimiento todo exclamó:
- Conozco un lugar donde nos espera alguien que desea conocerlos...
Caminaron hacia la calle en dirección a un Chevy púrpura, luego partieron internándose
en las calles y la noche. Desde un cordón de vereda los observaron pasar el hijo de la Hydra y sus secuaces mientras hacían la señal de las manos. Rápidamente el Chevy se fue alejando de la ciudad del desierto e internándose en una ruta que serpenteaba hacia el este. El viaje fue largo, el camino fue mutando hasta transformarse en una huella de ripio sepultada bajo la arena. Una vez allí el auto se detuvo ante un cuadro increíble, de una fuerza oculta que se manifestaba en los médanos bañados por la luz de la luna. Se internaron en los médanos a pié, allí donde las serpientes dejan sus rastros y luego de subir un gran médano el señor de la noche los abandonó diciendo:
- Caminen en dirección al oeste, en alguna de las cimas de los médanos se encontrarán con el viajero de la sal, él les contará el resto... – y luego de decir esto pegó media vuelta y se perdió médano abajo.
Ariel y el chico ojos de espejo caminaron entonces siguiendo las indicaciones recibidas sin pronunciar palabra.
jueves, mayo 12, 2005
II El chico con fuego en su cabeza
Ariel camina por el medio de la calle dominado por su ausencia, las imágenes lo invaden y lo catapultan al lado más oscuro, allí donde su locura domina a la mente más poderosa fríamente controlada... La misma locura que ha espantado hasta la vertiginosidad del espíritu. No sabe por qué extraño designio busca a Eduardo, el chico con fuego en su cabeza, solo camina... pero ya no está allí sino muy lejos en un país de piel suave e inconmensurable. Interrumpe la charla el paso apurado de su mejor amigo, aquel que yace enterrado en la ciudad de las fieras, tiene la cara manchada de sangre y los ojos húmedos. Ariel lo sigue y una puerta se cierra frente a él, pero al instante se abre y allí está Augusto con sus ojos vidriosos como nunca antes. Ha regresado de la playa donde ha sufrido un trauma adentro donde nunca pensó que sucedería. Ariel abandona todo por su amigo, en la esquina lo espera Bernardo, un arquero del fuego; pero ni él ni las chicas del patio que juegan a la pelota lo pueden atraer hasta allí: la esquina donde años más tarde montarán una antena hacia el cielo, pero vista en un espejo. De hecho Ariel está dentro de un espejo y si quiere toma a la derecha choca con su izquierda. En la casa del Gordo Mathías encuentran refugio por un breve lapso en el que hablan eternamente de sus heridas y sus dolores, Augusto sufre y su sufrimiento se expande. Deciden salir y al querer doblar a la derecha Ariel choca con una puerta que cae y hace mucho ruido, tanto que una mujer despierta e intenta golpearlo con una pala, Augusto intercede junto con el Gordo Mathías que al verlos decide llevarlos en auto hasta su posible destino. En el auto solo se miran por el espejo retrovisor sin decirse nada, Mathías recoge a unas chicas en el camino y los deja frente a una plaza con juegos para niños pero sin niños. Toda la plaza del desierto está florecida con yuyos verdes intensos y flores amarillas... toda la ciudad del desierto está llena de verdes y amarillos surcados por autos rojos. Los mismos colores que lo hipnotizan y lo llevan hasta su profundo mar de oscuridad para luego despertar...
En la habitación oscura del fondo de la casa de su infancia, las ventanas están abiertas y es de noche, el peligro acecha, Augusto lo mira y no sabe cómo reaccionar. Ariel salta por la ventana y corre por detrás de la casa hasta el jardín del frente. El vitreaux de la sala está intacto como antes en sus días de niño... Su padre está en el jardín cortando rosas. En el galpón está el peligro y allí se dirige Ariel a enfrentarlo. Por la puerta del lavadero se asoma Augusto y lo mira con ojos de petróleo profundos y húmedos, pero no dice nada. El portón verde es inmenso y Ariel lo abre, pero al abrirlo solo encuentra oscuridad... la misma oscuridad de su mente y su alma. La ciudad del desierto lo cobija bajo la oscura noche, la luna ausente deja que las sombras se desplacen y lo rodeen, pero de lejos. Ariel observa la calle, sabe que está cerca el chico con fuego en su cabeza, Eduardo. Las casas son bajas y las calles de piedra, solo se escuchan los grillos de la noche que súbitamente se silencian. Desde el fondo oscuro de la calle avanza caminando Eduardo con fuego en su cabeza. Es cierto Eduardo tiene la cabeza encendida y si quiere incendia los pastizales y abrasa la ciudad del desierto con su fuego. Frente a él lo mira fijo a los ojos y le dice: No hay razones para la desesperación. Luego el fuego se extingue laxamente y cae en la oscuridad absoluta imposibilitado de avanzar. Solo sonidos de agua y un llanto que no es el suyo sino el de un niño pequeño, casi un recién nacido.
Al despertar se encuentra caminando hacia el oeste por el medio del desierto, supone que es el oeste porque el sol se aleja en esa dirección y lo persigue y lo corre pero nunca lo alcanza... y se hunde tras la cuchilla a lo lejos para luego reaparecer con su luminosidad que acaricia su cuerpo como dedos de mujer que lo descubren, pasa sobre él calcinándolo y sumiéndolo en la sed más reseca y cuando recuerda pro qué está allí el sol ya se va ocultando y lo persigue incansable de cansancio y sed hasta caer por un médano... a las profundidades de un agua dulce y fresca llena de vida... rodando por el médano hasta abajo, allí donde las serpientes dejan su rastro al arrastrarse... Ni la chica del fuego puede llegar allí para llevarlo hasta su cama cómoda y segura, ni Augusto puede manifestarle el dolor de barrotes y sombra... y la sangre sólo es suya. Abandona la desesperación para sumergirse en la frialdad de su mente, deja de perseguir al sol tomando la dirección opuesta: rumbo a la ciudad del desierto. En su camino se encuentra a un joven arrastrándose por el suelo y gritando de dolor ensangrentado y moribundo, delirando. Le falta una mano: la izquierda. Sólo tiene un muñón sangrante con papel de diario como compresas para detener la hemorragia. Pero no lo ve a Ariel y él cree que no debe acercarse porque en su rostro hay odio y maldad. Decide correr rumbo a la ciudad del desierto.
Tras mucho camino sin sueños despierto, Ariel llega hasta un alambrado tras el cuál pasa una ruta y decide caminar por allí y hacer dedo... En vano, nadie lo lleva. Un viajante en su camioneta se detiene y decide llevarlo.
- Te puedo dejar en el parador del desierto, allí voy a pasar la noche, hay un motel donde
quedarse. Viajo todos los jueves... y los martes de regreso. Paso casi todo el tiempo en la ruta, viajando siempre a los mismos lugares, sino la plata no alcanza y me muero de hambre. Y vos? De dónde sos?
En el parador del desierto Ariel decide entrar al baño y parado frente al espejo no se reconoce. Sus ojos son otros, su boca y nariz también, nunca antes había visto ese rostro, su rostro. En su cabeza suena un melotrón distorsionado. Un hombre Gordo con camisa y cara de preocupación sale del baño y se acerca a lavarse las manos. Mira a Ariel por el espejo y le dice: Toda una vida de sueños para esto... Luego se seca las manos con la máquina de aire, el ruido y el calor lo transportan a una playa donde las aguas tibias bañan sus pies mientras duerme cara al sol y sueña con piernas de mujer... Un seco ruido lo despierta, está frente al espejo aún, pero el gordo ya no está. En el salón del parador solo está el viajante comiendo un plato de ravioles mirando con cara de sorpresa y confusión. El mozo detrás del mostrador sostiene una copa y un repasador inmóviles, todo se ha congelado, se miran y lo miran a Ariel parado en la puerta del baño junto a un pasillo que da a la oficina del gerente. Ariel camina hacia la puerta entreabierta, ve un escritorio con una botella de whisky y un vaso medio vacío con dos cubitos de hielo... Al acercarse ve al hombre gordo descansando, sentado en su sillón... reconoce el reloj de oro que lleva en su muñeca... Al abrir la puerta observa la escena completa: la sangre, el arma, el suicidio de un gerente hasta las pelotas de deudas... La ventana está abierta y las cortinas se agitan con el viento del desierto... El encargado del expendio de combustible ingresa atemorizado...
- Qué fue ese disparo? – pregunta con la voz temblorosa.
Al ver a Ariel parado en la puerta le grita y se acerca pero él ve enemigos en todos los rostros y huye por la ventana a ocultarse en la oscuridad que le brinda la noche del desierto.
Huye de los patrulleros y las luces y las sombras amenazantes. Rumbo al final de la calle donde confluyen todas las edades y todos los tiempos, en busca del señor de la oscuridad.
En el camino un perro aparece y lo sigue de lejos, lentamente se va acercando pero nunca tanto. Ariel recuerda súbitamente sus amores con una mujer negra y se pregunta por qué su mente se ve asaltada de esa manera por el recuerdo de una piel diferente a la que el siente, que no es otra que la de la chica del fuego... y observa sus movimientos al sol y sus pies en primer plano para luego de subir por sus piernas desembocar en unos ojos que ya desconoce. Siente un sabor único invadiendo su boca y una sonrisa se le dibuja en su rostro ante el inminente recuerdo de un cuerpo que extraña y al cuál no sabe si regresará. Es en ese momento cuando se descubre tendido de espaldas sobre el pasto verde y a su lado un perro lo mira con ojos tristes y serenos... La chica del fuego le ha mostrado sus razones sin mentirle y él no puede diferenciar porque está ciego como aquel joven sin mano en el desierto. El perro lo seguirá toda la noche para luego huir calle abajo rumbo al desierto cuando despunte el sol y Ariel recuerde que tiempo atrás estuvo persiguiéndolo incansablemente loco.
En la habitación oscura del fondo de la casa de su infancia, las ventanas están abiertas y es de noche, el peligro acecha, Augusto lo mira y no sabe cómo reaccionar. Ariel salta por la ventana y corre por detrás de la casa hasta el jardín del frente. El vitreaux de la sala está intacto como antes en sus días de niño... Su padre está en el jardín cortando rosas. En el galpón está el peligro y allí se dirige Ariel a enfrentarlo. Por la puerta del lavadero se asoma Augusto y lo mira con ojos de petróleo profundos y húmedos, pero no dice nada. El portón verde es inmenso y Ariel lo abre, pero al abrirlo solo encuentra oscuridad... la misma oscuridad de su mente y su alma. La ciudad del desierto lo cobija bajo la oscura noche, la luna ausente deja que las sombras se desplacen y lo rodeen, pero de lejos. Ariel observa la calle, sabe que está cerca el chico con fuego en su cabeza, Eduardo. Las casas son bajas y las calles de piedra, solo se escuchan los grillos de la noche que súbitamente se silencian. Desde el fondo oscuro de la calle avanza caminando Eduardo con fuego en su cabeza. Es cierto Eduardo tiene la cabeza encendida y si quiere incendia los pastizales y abrasa la ciudad del desierto con su fuego. Frente a él lo mira fijo a los ojos y le dice: No hay razones para la desesperación. Luego el fuego se extingue laxamente y cae en la oscuridad absoluta imposibilitado de avanzar. Solo sonidos de agua y un llanto que no es el suyo sino el de un niño pequeño, casi un recién nacido.
Al despertar se encuentra caminando hacia el oeste por el medio del desierto, supone que es el oeste porque el sol se aleja en esa dirección y lo persigue y lo corre pero nunca lo alcanza... y se hunde tras la cuchilla a lo lejos para luego reaparecer con su luminosidad que acaricia su cuerpo como dedos de mujer que lo descubren, pasa sobre él calcinándolo y sumiéndolo en la sed más reseca y cuando recuerda pro qué está allí el sol ya se va ocultando y lo persigue incansable de cansancio y sed hasta caer por un médano... a las profundidades de un agua dulce y fresca llena de vida... rodando por el médano hasta abajo, allí donde las serpientes dejan su rastro al arrastrarse... Ni la chica del fuego puede llegar allí para llevarlo hasta su cama cómoda y segura, ni Augusto puede manifestarle el dolor de barrotes y sombra... y la sangre sólo es suya. Abandona la desesperación para sumergirse en la frialdad de su mente, deja de perseguir al sol tomando la dirección opuesta: rumbo a la ciudad del desierto. En su camino se encuentra a un joven arrastrándose por el suelo y gritando de dolor ensangrentado y moribundo, delirando. Le falta una mano: la izquierda. Sólo tiene un muñón sangrante con papel de diario como compresas para detener la hemorragia. Pero no lo ve a Ariel y él cree que no debe acercarse porque en su rostro hay odio y maldad. Decide correr rumbo a la ciudad del desierto.
Tras mucho camino sin sueños despierto, Ariel llega hasta un alambrado tras el cuál pasa una ruta y decide caminar por allí y hacer dedo... En vano, nadie lo lleva. Un viajante en su camioneta se detiene y decide llevarlo.
- Te puedo dejar en el parador del desierto, allí voy a pasar la noche, hay un motel donde
quedarse. Viajo todos los jueves... y los martes de regreso. Paso casi todo el tiempo en la ruta, viajando siempre a los mismos lugares, sino la plata no alcanza y me muero de hambre. Y vos? De dónde sos?
En el parador del desierto Ariel decide entrar al baño y parado frente al espejo no se reconoce. Sus ojos son otros, su boca y nariz también, nunca antes había visto ese rostro, su rostro. En su cabeza suena un melotrón distorsionado. Un hombre Gordo con camisa y cara de preocupación sale del baño y se acerca a lavarse las manos. Mira a Ariel por el espejo y le dice: Toda una vida de sueños para esto... Luego se seca las manos con la máquina de aire, el ruido y el calor lo transportan a una playa donde las aguas tibias bañan sus pies mientras duerme cara al sol y sueña con piernas de mujer... Un seco ruido lo despierta, está frente al espejo aún, pero el gordo ya no está. En el salón del parador solo está el viajante comiendo un plato de ravioles mirando con cara de sorpresa y confusión. El mozo detrás del mostrador sostiene una copa y un repasador inmóviles, todo se ha congelado, se miran y lo miran a Ariel parado en la puerta del baño junto a un pasillo que da a la oficina del gerente. Ariel camina hacia la puerta entreabierta, ve un escritorio con una botella de whisky y un vaso medio vacío con dos cubitos de hielo... Al acercarse ve al hombre gordo descansando, sentado en su sillón... reconoce el reloj de oro que lleva en su muñeca... Al abrir la puerta observa la escena completa: la sangre, el arma, el suicidio de un gerente hasta las pelotas de deudas... La ventana está abierta y las cortinas se agitan con el viento del desierto... El encargado del expendio de combustible ingresa atemorizado...
- Qué fue ese disparo? – pregunta con la voz temblorosa.
Al ver a Ariel parado en la puerta le grita y se acerca pero él ve enemigos en todos los rostros y huye por la ventana a ocultarse en la oscuridad que le brinda la noche del desierto.
Huye de los patrulleros y las luces y las sombras amenazantes. Rumbo al final de la calle donde confluyen todas las edades y todos los tiempos, en busca del señor de la oscuridad.
En el camino un perro aparece y lo sigue de lejos, lentamente se va acercando pero nunca tanto. Ariel recuerda súbitamente sus amores con una mujer negra y se pregunta por qué su mente se ve asaltada de esa manera por el recuerdo de una piel diferente a la que el siente, que no es otra que la de la chica del fuego... y observa sus movimientos al sol y sus pies en primer plano para luego de subir por sus piernas desembocar en unos ojos que ya desconoce. Siente un sabor único invadiendo su boca y una sonrisa se le dibuja en su rostro ante el inminente recuerdo de un cuerpo que extraña y al cuál no sabe si regresará. Es en ese momento cuando se descubre tendido de espaldas sobre el pasto verde y a su lado un perro lo mira con ojos tristes y serenos... La chica del fuego le ha mostrado sus razones sin mentirle y él no puede diferenciar porque está ciego como aquel joven sin mano en el desierto. El perro lo seguirá toda la noche para luego huir calle abajo rumbo al desierto cuando despunte el sol y Ariel recuerde que tiempo atrás estuvo persiguiéndolo incansablemente loco.
lunes, mayo 09, 2005
Desert Song
I Sueño de la noche negra: génesis
Un pájaro blanco surcó el cielo nocturno, entonces ARIEL sintió una inercia dentro suyo que lo impulsaba hacia el lado contrario al que rumbeaba y comenzó su búsqueda siguiendo la calle que lo llevaba hacia el oeste, allí donde el sol encuentra su final, eternamente...
Confundido y seguro de un destino incierto caminó decidido errantemente. Mujeres llegaron a su cabeza y la llenaron de ruido y rouge. Piernas de mujer y cuellos sensuales. Olores llevándolo más adentro a un viaje que nunca había probado: hacia dentro, hacia su propio infierno... el infierno del desierto. Una mujer de la cuál había olvidado hasta su olor y su nombre apareció una mañana antes de las lluvias de febrero, e inmediatamente recordó cómo se llamaba y como olía su piel. Y luego de acecharla logró llegar hasta su cama para luego enfermar tras una mañana de sol y caminata. Hundido en su cama lo encontró la mujer de mano pesada y lo arrancó a la verdad, su verdad, que no era más que una mentira urdida para fregar su corazón contra una lápida. No volvió a ver a la chica del fuego durante un tiempo, el tiempo que le tomó salir hasta un lugar donde encontrar su infamia. Recortó las sombras de una revista donde decía: Esto es algo que no sale de vos, esto lo escribo yo desde allá, el otro lado, by pass, por vos y para vos, mi única esperanza en tanta oscuridad, tanta muerte... Sin entender caminó largas horas hasta que se hizo de noche y esperó dormido en un banco de la estación de micros. Desde el horror llegó la chica más tierna que podía mirarlo para poner un poco de ansia en su carne: la chica de la sonrisa... en su mente que quemaba tanto como su piel. La acarició sin tiempo ni espacio durante días y noches, la llevó a los lugares más oscuros y ocultos de la ciudad del desierto, le mostró su locura y de dónde provenía: un sueño imposible por donde lo mirase. La llevó a las aventuras más surrealistas que podía montar para ella, solo porque deseaba y el ansia carcomía su alma. Le dio la noche más estrellada junto a un fuego voraz y todo su sexo bajo el manto oscuro de su alma, junto al único cauce que regaba los jardines del desierto. Las fuerzas lo rodearon y por momentos supo quienes andaban por allí acechando y esperando el momento justo para saltar sobre su mente. Y tanto caminar, tanto espanto, tanto dolor y olor a muerte lo llevaron a ver la cara más perversa de la vida. Cayó bajo los efectos del cansancio de su alma y alucinó con un Caronte motorizado llevándolos a los pies de una virgen sobre un cerro... Luego todo fue cuesta abajo en su mente y solo pudo entregarse al cansancio y el espanto. Anestesiado hasta el fin de las cuentas saldadas sintió el vacío de su ser, la invisibilidad ante su propio amor propio. Perdió ante la duda dos veces y luego alejado ya del olvido regresó a la inmolación de su ser. La chica más tierna se alejó con el horror propio de quien proviene de un lugar más espantoso que el desierto. CRUDO. Entonces llegó junto a la chica del fuego y la besó después de abandonar el aroma de su propia piel que no era otro que el de la chica más tierna. Sucumbió a sus encantos y su esencia se le metió dentro hasta la profundidad más oscura de su alma. Caminó confundido durante horas hasta llegar a esos senos de pezones sensibles y bellos. Se entregó a su locura, la locura del desierto, las piernas de mujer más sabrosas. Luego llegaron los días de tormenta y las aguas se agitaron arriba y abajo, y abajo estaba duro. Una noche ARIEL tuvo un sueño que no fue nada más que una advertencia. En su sueño él intentaba en vano atar una moto y una bicicleta a un poste mientras desde un auto lo llamaban, unos gritos y un ruido hondo: alguien caía desde un quinto piso. Luego de años alguien decidía investigar los detalles de una muerte incierta. Un viejo dueño de una hermosa casa los llevaba hasta una habitación donde todo seguía igual, allí unos manuscritos manchados de sangre decían: Los veo rodeándome, están en las paredes y el techo los siento en mi nuca, sé que vienen por mí. Forman una ronda en rededor y luego de un breve juicio el espíritu más oscuro se acerca y toma posesión de mi cuerpo y tomando mi mano más pesada toma una navaja y la clava en mi muñeca. En ese instante una guitarra cayó y el viejo ordenó que se fueran, el investigador pide llevar el manuscrito el viejo accede, nadie sabe dónde está... Ariel despierta preocupado y luego de recibir mensajes de confusión entra en pánico y decide enfrentarse a lo desconocido. Luego la chica del fuego ve ahogada su llama en tanta oscuridad y vienen días en los que las aguas suben y solo es posible atravesar los campos de agua con tractores de fuerza. Ariel entra en su estado prehipnótico donde solo sus estímulos visuales funcionan y para adentro. Recibe las miradas desde el vidrio y siente frío en su nuca, mucho y sabe que desde la ventana es observado, sé que estás ahí... una y otra vez hasta no dormir y caminar por la oscuridad del desierto. El viajero de la sal lo espera pero él nunca llega. Decide esperar a que pase la tormenta y aceptar el nuevo orden. Entonces el nuevo orden nunca llega y sufre y ríe y sale por puertas que nunca más vuelve a atravesar. La muerte le toca el hombro y ríe al son que suena junto a su oreja. Solo puede avanzar o estancarse en la búsqueda de la chica del fuego... luego la reencarnación, la luz y la sombra en justo orden, el pasado de las fuerzas, la locura maniatada, la mente más poderosa fielmente controlada. Pero desconfía y sabe que está atado, fregado y solo . Pero de todo esto ha pasado tiempo y ahora Ariel camina hacia el oeste en su búsqueda, sabe que debe encontrar a un tal Eduardo un chico con fuego en su cabeza que vive del lado oscuro de la ciudad, allí donde las almas se olvidan de sus pasos y sus días en este plano...
Un pájaro blanco surcó el cielo nocturno, entonces ARIEL sintió una inercia dentro suyo que lo impulsaba hacia el lado contrario al que rumbeaba y comenzó su búsqueda siguiendo la calle que lo llevaba hacia el oeste, allí donde el sol encuentra su final, eternamente...
Confundido y seguro de un destino incierto caminó decidido errantemente. Mujeres llegaron a su cabeza y la llenaron de ruido y rouge. Piernas de mujer y cuellos sensuales. Olores llevándolo más adentro a un viaje que nunca había probado: hacia dentro, hacia su propio infierno... el infierno del desierto. Una mujer de la cuál había olvidado hasta su olor y su nombre apareció una mañana antes de las lluvias de febrero, e inmediatamente recordó cómo se llamaba y como olía su piel. Y luego de acecharla logró llegar hasta su cama para luego enfermar tras una mañana de sol y caminata. Hundido en su cama lo encontró la mujer de mano pesada y lo arrancó a la verdad, su verdad, que no era más que una mentira urdida para fregar su corazón contra una lápida. No volvió a ver a la chica del fuego durante un tiempo, el tiempo que le tomó salir hasta un lugar donde encontrar su infamia. Recortó las sombras de una revista donde decía: Esto es algo que no sale de vos, esto lo escribo yo desde allá, el otro lado, by pass, por vos y para vos, mi única esperanza en tanta oscuridad, tanta muerte... Sin entender caminó largas horas hasta que se hizo de noche y esperó dormido en un banco de la estación de micros. Desde el horror llegó la chica más tierna que podía mirarlo para poner un poco de ansia en su carne: la chica de la sonrisa... en su mente que quemaba tanto como su piel. La acarició sin tiempo ni espacio durante días y noches, la llevó a los lugares más oscuros y ocultos de la ciudad del desierto, le mostró su locura y de dónde provenía: un sueño imposible por donde lo mirase. La llevó a las aventuras más surrealistas que podía montar para ella, solo porque deseaba y el ansia carcomía su alma. Le dio la noche más estrellada junto a un fuego voraz y todo su sexo bajo el manto oscuro de su alma, junto al único cauce que regaba los jardines del desierto. Las fuerzas lo rodearon y por momentos supo quienes andaban por allí acechando y esperando el momento justo para saltar sobre su mente. Y tanto caminar, tanto espanto, tanto dolor y olor a muerte lo llevaron a ver la cara más perversa de la vida. Cayó bajo los efectos del cansancio de su alma y alucinó con un Caronte motorizado llevándolos a los pies de una virgen sobre un cerro... Luego todo fue cuesta abajo en su mente y solo pudo entregarse al cansancio y el espanto. Anestesiado hasta el fin de las cuentas saldadas sintió el vacío de su ser, la invisibilidad ante su propio amor propio. Perdió ante la duda dos veces y luego alejado ya del olvido regresó a la inmolación de su ser. La chica más tierna se alejó con el horror propio de quien proviene de un lugar más espantoso que el desierto. CRUDO. Entonces llegó junto a la chica del fuego y la besó después de abandonar el aroma de su propia piel que no era otro que el de la chica más tierna. Sucumbió a sus encantos y su esencia se le metió dentro hasta la profundidad más oscura de su alma. Caminó confundido durante horas hasta llegar a esos senos de pezones sensibles y bellos. Se entregó a su locura, la locura del desierto, las piernas de mujer más sabrosas. Luego llegaron los días de tormenta y las aguas se agitaron arriba y abajo, y abajo estaba duro. Una noche ARIEL tuvo un sueño que no fue nada más que una advertencia. En su sueño él intentaba en vano atar una moto y una bicicleta a un poste mientras desde un auto lo llamaban, unos gritos y un ruido hondo: alguien caía desde un quinto piso. Luego de años alguien decidía investigar los detalles de una muerte incierta. Un viejo dueño de una hermosa casa los llevaba hasta una habitación donde todo seguía igual, allí unos manuscritos manchados de sangre decían: Los veo rodeándome, están en las paredes y el techo los siento en mi nuca, sé que vienen por mí. Forman una ronda en rededor y luego de un breve juicio el espíritu más oscuro se acerca y toma posesión de mi cuerpo y tomando mi mano más pesada toma una navaja y la clava en mi muñeca. En ese instante una guitarra cayó y el viejo ordenó que se fueran, el investigador pide llevar el manuscrito el viejo accede, nadie sabe dónde está... Ariel despierta preocupado y luego de recibir mensajes de confusión entra en pánico y decide enfrentarse a lo desconocido. Luego la chica del fuego ve ahogada su llama en tanta oscuridad y vienen días en los que las aguas suben y solo es posible atravesar los campos de agua con tractores de fuerza. Ariel entra en su estado prehipnótico donde solo sus estímulos visuales funcionan y para adentro. Recibe las miradas desde el vidrio y siente frío en su nuca, mucho y sabe que desde la ventana es observado, sé que estás ahí... una y otra vez hasta no dormir y caminar por la oscuridad del desierto. El viajero de la sal lo espera pero él nunca llega. Decide esperar a que pase la tormenta y aceptar el nuevo orden. Entonces el nuevo orden nunca llega y sufre y ríe y sale por puertas que nunca más vuelve a atravesar. La muerte le toca el hombro y ríe al son que suena junto a su oreja. Solo puede avanzar o estancarse en la búsqueda de la chica del fuego... luego la reencarnación, la luz y la sombra en justo orden, el pasado de las fuerzas, la locura maniatada, la mente más poderosa fielmente controlada. Pero desconfía y sabe que está atado, fregado y solo . Pero de todo esto ha pasado tiempo y ahora Ariel camina hacia el oeste en su búsqueda, sabe que debe encontrar a un tal Eduardo un chico con fuego en su cabeza que vive del lado oscuro de la ciudad, allí donde las almas se olvidan de sus pasos y sus días en este plano...
Low Valium
Low Valium sigue adelantando temas... la trilogía completa para descargar en mp3 y aiff... en breve video y más imágenes... Se viene el vivo!!!
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My old flame
Ultimos intentos neuronales hacia la conexion con Charlie Parker, bostezo... escribo y vuelvo a bostezar... basta... :D
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