jueves, mayo 26, 2005

IV Viajero de la sal

En la cima de un médano, bajo la luz de la luna divisaron una figura esbelta y marmolada: el viajero de la sal los observaba acercarse con ojos profundos sumidos en la oscuridad. Ariel caminó con el cansancio subiéndole por la espalda como una gota de sudor que en vez de caer por la gravedad, sube lentamente... como si cada paso le pesase el encuentro con la muerte. El chico ojos de espejo tardó en llegar a la cima, preso del cansancio y la fatiga de la caminata que atemporalmente latía a un ritmo inusitado pero en horas sobrepasaba ampliamente las tres vueltas al cuadrante. Frente al viajero de la sal Ariel se sintió infinitamente pequeño, la muerte se le presentaba como un ser delgado y altísimo... tan alto que sus ojos se sumían en la oscuridad de la noche y se confundían con las estrelllas. Ambos recibieron la energía de la muerte, cada cual sumido en su propio universo, un mismo tiempo, un mismo lugar... diferentes temporalidades... El viajero de la sal los observó y les habló sin pronunciar palabra, cada uno recibió el mensaje que necesitaba. Luego de largo rato en frecuencia con tal espectral encuentro, el viajero de la sal comenzó a avanzar rumbo al oeste y se perdió entre las sombras de un médano, luego nunca resurgió solo se fundió con la oscuridad en busca de su camino: la eterna noche del fin. Ariel y el chico ojos de espejo emprendieron la retirada hacia la playa, allí donde esperaba el chevy negro del señor de la oscuridad... o al menos eso era lo que esperaban. Conversaron todo el trayecto de vuelta y el camino inexistente se les hacía imposible por las distancias. Tanto caminar para no llegar a ninguna parte que no fuera el desierto, amaneció y lentamente el sol se fue levantando por el horizonte y hacia allí enfilaron seguros de toparse con el acantilado que confluía en vuelo mágico hacia el mar. Llegaron hasta el borde más peligroso del desfiladero y se encontraron con los ojos llenos de un azul profundo interminable, la curvatura del horizonte les calaba los ojos como un angular y más allá de sus vidas todo parecía tan vasto. Ariel pensó en cruzar a nado el mar... llegaría hasta la costa de africana? O cansado se fundiría con el océano profundo y hacia el vientre mismo de la madre agua se hundiría para dar fin a su vida? Muerte y vida al fin y al cabo representan el mismo estado en diferentes ópticas. Mirando el mar los encontró el señor de la noche cuando ya caía el sol, todo el resto del día lo habían pasado frente al mar meditando y reflexionando sobre sus existencias. Luego de advertir la presencia salvadora del señor de la noche caminaron hacia el chevy negro y rumbearon hacia una villa marítima donde encontrar refugio, calor y comida...

1 comentario:

Anónimo dijo...

y sale banda sonora...