Ariel buscó al señor de la noche sin encontrarlo, sentía que estaba cerca pero no podía verlo. Sentía que lo espiaba desde las profundidades de la oscuridad, allí donde los árboles se confundían con las sombras negras. El viento agitó las copas de los árboles y pronto se encontró rodeado por el frío. Entonces regresó al desierto.
Luego de tres días en el desierto regresó incansable y sobre una piedra encontró al chico ojos de espejo, quien mirándolo le devolvió su propio reflejo. El chico ojos de espejo podía ver con claridad al mundo y todo aquello que mirase pero paradójicamente no podía verse a sí mismo ya que cada vez que lo intentaba frente a un espejo lo único que veía era una metaimagen infinita de sus propios ojos: reflejos de espejos. Ambos conversaron largas horas, Ariel estaba buscando aún al señor de la noche y el chico ojos de espejo le contó una historia a cerca del oscuro y misterioso personaje. El chico ojos de espejo estaba cansado, en el tono de su voz se podía percibir el cansancio interior que experimentaba ante la imposibilidad de verse a sí mismo. Ariel solo pudo contarle su verdad, que no era otra cosa que lo que perseguía y buscaba incansablemente. El chico ojos de espejo se hundió en la profundidad del reflejo de sus ojos y luego de un largo rato rió secamente, las preguntas se hacían por decenas y sin el más mínimo sentido, a esa altura de la conversación pese a que estaban en la oscuridad, el chico ojos de espejo emanaba rayos rojos de sus ojos... y todo lo que existía cobraba la fuerza del fuego. Ariel se perdió en un abismal recuerdo de la sensación del vientre de la chica del fuego, luego tuvo que enfrentarse a la realidad del frío de la noche. Las horas pasaron en silencio envueltas en una nube de humo espeso, el señor de la noche andaba cerca pero no se dejaba ver, la noche se estrellaba contra el cielo oscuro, la luna ínfimamente balanceada hacia un lado orientada al desierto.
El chico ojos de espejo le devolvió un reflejo denso y oscuro donde en un fondo muy lejano se veía una pequeña llama encendida, como un souvenir del desierto. Desde la calle llegaron los ruidos de pasos que alertaron al chico ojos de espejo, Ariel tenía la vista clavada en un reflejo en el agua, una cascada que no tenía origen: el agua brotaba de las piedras. Por la calle avanzaron cinco cuerpos liderados por la mente enajenada del hijo de la Hydra, pero nunca se enteraron de la presencia desde la oscuridad. Quien si los vio y se acercó finalmente fue el señor de la noche y lentamente los ojos del chico ojos de espejo fueron cobrando un brillo singular. Ariel lo miró fijamente sin decir nada, luego el señor de la noche observando con detenimiento todo exclamó:
- Conozco un lugar donde nos espera alguien que desea conocerlos...
Caminaron hacia la calle en dirección a un Chevy púrpura, luego partieron internándose
en las calles y la noche. Desde un cordón de vereda los observaron pasar el hijo de la Hydra y sus secuaces mientras hacían la señal de las manos. Rápidamente el Chevy se fue alejando de la ciudad del desierto e internándose en una ruta que serpenteaba hacia el este. El viaje fue largo, el camino fue mutando hasta transformarse en una huella de ripio sepultada bajo la arena. Una vez allí el auto se detuvo ante un cuadro increíble, de una fuerza oculta que se manifestaba en los médanos bañados por la luz de la luna. Se internaron en los médanos a pié, allí donde las serpientes dejan sus rastros y luego de subir un gran médano el señor de la noche los abandonó diciendo:
- Caminen en dirección al oeste, en alguna de las cimas de los médanos se encontrarán con el viajero de la sal, él les contará el resto... – y luego de decir esto pegó media vuelta y se perdió médano abajo.
Ariel y el chico ojos de espejo caminaron entonces siguiendo las indicaciones recibidas sin pronunciar palabra.
miércoles, mayo 25, 2005
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
epa! con alejo encontraron al viajero??? che si todo esto haces en tus breves pasos patagónicos ni me quiero imaginar cunado te instales... nene malo
Publicar un comentario