martes, julio 26, 2005

Chevy Púrpura


sueña mientras la espían desde las alturass...



Si estar dentro de un sueño que nunca acaba es la realidad, pues bien, aquella vez pensé que sería solo un sueño pero con el paso del tiempo me di cuenta de que de ese sueño no se despertaba... jamás.
- No puedo revelarte mucho.
- No quiero que me reveles nada solo decime cómo hago para despertar.
- Eso solo lo podés hacer vos. Vos mismo sos tu llave.
- Vos estás despierta?
- En este momento sí... – y comenzó a levitar en posición horizontal.
La forma en la que sobrevolaba a la altura de mis hombros era asombrosa pero sabía que hasta yo podía lograrlo.

- En este momento ella se ha despertado en su tumba...
- Y eso que significa?
- No lo sé. Solo siento que ella está viva allí abajo.
- Oh...
Sabía cómo funcionaba eso, segundo antes podía percibirlo pero era inevitable siempre me cazaba y me disparaba hacia otro vector de ese extraño sistema. El torbellino me condujo a un habitáculo cerrado y oscuro. Estaba ahora en un ataúd. Moriría, pero allí recomenzaría otro sueño ad infinitum. Entonces solo me adormecí y soñé:

Aquello nunca había existido. El choque no había ocurrido. Me encontraba al volante del auto y me dirigía hacia el lugar del accidente. Las ruedas sobre el asfalto, el desierto o el mar... La noche y el día sobre un lugar cálido de huesos errantes.
A unos cien metros se encontraba el acantilado, desde donde me encontraba podía ver el pórtico. Caminé hacia allí y comencé a descender por esa abertura en las rocas. Llegué a la orilla y corrí a la playa como cuando era niño y el sol y el aire cálido que experimentaba me llevaron al agua y allí me sumergí y nadé en ese vasto mar.
El agua se sentía como millones de puntos de inflexión, todo interactuando al mismo tiempo. De pronto advertí que estaba lejos de la orilla y nadé intentado regresar. El cielo se enrareció y oscureció, desatándose una tormenta eléctrica que agitó las aguas y se me hizo muy difícil avanzar hacia la orilla. El viento arremetió calando hondo en los huesos su frialdad, ya en las rocas llegando a la orilla. Comencé a subir por el pórtico... El viento resonaba en la abertura produciendo sonidos poderosos y rugientes. Al llegar a la cima del acantilado observé aterrado el Chevy púrpura estrellado y supe que estaba muerto.
El sol se ocultaba en el horizonte desértico. La nada. Médanos de arena extendiéndose desde la ruta hasta el horizonte. Comencé a adentrarme en la oscuridad de la noche cerrada del desierto. Pronto supe que ese no era un sueño.
Así fue como comprendí que ya nada tenía importancia, podía errar por el desierto por siglos o tan solo podía dormir dentro de ese ataúd.
Nunca nadie sabe cuando algo es eterno.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Esa sensación de que ya nada tiene importancia creo que la soñé alguna vez.

Funkangular dijo...

todo el tiempo...

Ornela Laezza dijo...

mu gusta esta historia.. aunque si a un cierto punto pega el bajon mal y da vuelta todo... yo en vez vuelvo a saludar....

buenavida!
y que lo bueno sea...



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