lunes, julio 18, 2005


Un viaje circular (parte II)


Luego de ser liberados en la frontera caminamos hasta una plaza, no teníamos dinero, nos lo habían incautado en el destacamento… Al pasar por la iglesia tomamos las monedas de la hermita del santo de las aguas, lo hicimos por necesidad y sin saber que las cámaras estratégicamente ubicadas nos observaban. Los policías de las inmediaciones se comunicaban por handy y nos miraban cruzar la calle hacia la universidad… alguien nos ordenó detenernos pero, por el contrario corrimos por la calle en diagonal a la puerta de acceso del edificio académico. Adentro nos perdimos entre la multitud de estudiantes que se alborotaba en el patio central en el bufet. En las aulas busqué el ciego rastro de Camila, pero fue en vano, me senté a descansar en un banco. Al rato de dormitar sentí que me despertaban, al levantar la vista pude observar a un grupo de compañeros de curso que comenzaron a explicarme la situación. Alguien me dijo:
- Camila está en el baño…

Me levante y salí rumbo a su encuentro pero al llegar estaba todo vacío… Los alumnos se preparaban para una marcha de repudio por las detenciones en la frontera, afuera los carros de asalto iban llegando junto con la montada y la guardia de infantería… Cerraron las puertas del edificio y se armaron barricadas, el ambiente estaba revuelto, adentro había gente que quería salir y no podían y forcejeaban en las puertas… Algunos lo lograron pero al llegar a la calle fueron detenidos y llevados en camiones… Los más radicales se reunieron en el centro de estudiantes y comenzaron a preparar la resistencia. Por los altavoces se ordenaba a la población estudiantil desalojar el edificio. Las puertas se trabaron y militantes de izquierda subieron con proyectiles al techo… La policía rodeó el lugar y pronto hubo helicópteros sobrevolando la zona y francotiradores apuntando sus miras laser a las ventanas… El miedo cundía por los pasillos, los gritos y las mediaciones de los cuadillos, las ordenes y las contraórdenes… De un momento a otro se desataría el caos, se podía sentir en la calma que reinaba el ambiente… Tensa calma que de un momento a otro sería cortada por una hoja filosa y dentada… Vencido el plazo la policía se dispuso a ingresar al establecimiento y al grito de “victoria o muerte” lanzaron molotovs desde el techo y comenzaron los gases y disparos… De un momento a otro el gas comenzó a invadir los pasillos y las aulas… el caos se abatió sobre la gente que corría de un lado a otro sin sentido… las puertas comenzaron a ser violentadas y la resistencia armó barricadas en todos los accesos con bancos y mesas y enarbolando banderas deliraban con su farsa de guerrilla… La guardia de infantería se abrió paso a tiro de plomo y las primeras bajas estremecieron los ojos ilusos de los jóvenes al ver la sangre correr, de sus propios compañeros… La violencia desmedida, la locura fanática, la ferocidad atroz de los ataques… Sangre, llantos, gritos, miedo… Me encontré subiendo las escaleras por donde perseguía en juego de celo a Camila y deseaba estar allí dentro de su cuerpo, sin disparos ni muerte a mi espalda… Subí hasta el final de la escalera y ahí como una aparición enferma de mi mente estaba ella… muerta de miedo, temblorosa y sensualmente ingenua… Solo atiné a abrazarla fuerte y luego tomando un banco a golpes limpios logré abrirnos paso ante la puerta que daba a la terraza. De allí solo nos quedó correr y trepar hasta el tanque de agua y zambullirnos en la oscuridad y la frialdad para salvar el pellejo… La oscuridad hacía más escalofriante la situación, los ruidos llegaban distorsionados y el frío y la humedad nos calaban los huesos… Nos quedamos callados y en silencio… Se escuchaban pasos y voces… gritos por doquier… muerte. Policías rondando a nuestro alrededor… Solo debíamos quedarnos quietos… No sé cuantas horas pasaron, pero lentamente la batalla desigual fue cediendo y las fuerzas estudiantiles masacradas. Algunos lograron escapar… otros se entregaron… la mayoría perecieron bajo las balas… A la noche luego de tensa espera salimos del tanque y bajamos sigilosamente las escaleras para salir por una ventana que daba a una calle lateral… Aún seguían sacando cadáveres de adentro y apagando focos de incendios… Los detenidos habían sido trasladados a cárceles y destacamentos cercanos. Al pasar por la esquina observamos atónitos el cadáver de un caballo degollado y el charco de sangre llegando hasta el otro lado de la vereda… Solo nos bastó apurar el paso, empapados y tiritando de frío y miedo. Llegar a la frontera era nuestra última salvación, ya estábamos cerca casi corríamos, hasta que una vos nos ordenó detenernos… y corrimos. Corrimos como nunca escapando del terror y la fuerza opresora… Mis pensamientos se enredaron en recuerdos cálidos, húmedos y placenteros que contrastaban contra la realidad impune de las balas… Los finales felices existen en la realidad? Pocos metros bastaban para cruzar la frontera, pocos pasos decididamente atolondrados, instintivos, deseosos de preservar la vida. Pueden haber sido minutos o siglos aquella carrera frenética, una cámara alcanza a captar el instante: una calle con autos pasando y gente caminando, entre ellos Camila y yo avanzando, un colectivo entra en cuadro y la imagen se congela y vuelve al color.

1 comentario:

Anónimo dijo...

todo lo bueno se termina y no todos los finales felices son felices